Los usuarios deberían ser los propietarios de su información y tener el control de cómo se comparte y se utiliza
La palabra metaverso se hacía casi viral cuando el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, anunciara en octubre de 2021 la construcción de su metaverso. Si miramos con atención algunos datos, hay muchas dudas e incertezas en cuanto a su definición, desconocimiento de los entornos virtuales, equipos disponibles, posibilidades de creación en él o incluso qué pueden obtener las empresas.
La llegada del metaverso se ha colado en nuestras vidas para quedarse. El 60% de las búsquedas, hoy en día, se hacen desde IP de personas físicas, frente al 40% de las búsquedas mediante IP de empresas. Porcentajes que acreditan que este vocablo no está aislado en los comités de dirección. Hay muchas preguntas y pocas respuestas, entre ellas, ¿cómo afrontarán las empresas sus estrategias de marketing en un mundo donde una persona pueda tener diferentes identidades? ¿Qué negocios saldrán beneficiados de este universo digital? ¿Qué nuevos competencias y oportunidades laborales surgirán? ¿Cuál será el impacto real entre la salud mental y la dependencia como adicción?
Las experiencias dentro del metaverso serán variadas y respaldadas con relatos que nos atrapen y serán tan diversos como metaversos visitemos. A estos nuevos mundos iremos acompañados de nuestro avatar, con aspectos diferentes, parecidos o no a nuestra persona física, marcados con estilos genuinos donde todos ellos, entre otros factores, conformarán nuestra identidad digital.
Todo ello llevara a la generación de comunidades de individuos con pensamientos, gustos o aficiones en común. Los grupos sociales no se crearán por limites geográficos, sociales y/o raciales. La sociedad dentro del metaverso probablemente se sentirá más libre. Hoy en día, la individualidad se relaciona al compararse con un colectivo. Sí somos diferentes a ese colectivo, somos señalados, y esa opresión vigilada en el mundo real hace que dentro del metaverso por contraste, ser un individuo signifique ser uno más sin prejuicios ni sentirse señalado.
La identidad como derecho no debería ser tan conflictiva ni debilitar al ser humano en su esencia más social. Dentro del metaverso se pueden tejer lazos sociales que promuevan de una manera más saludable al individuo que es discriminado en el mundo físico, bien por sus inclinaciones, por su manera de vestir, por su corte de pelo o por el tamaño de su nariz.
El mundo a veces es cruel. Poder buscar valores distintos dentro del metaverso nos puede abrir los ojos a ver aquello indispensable que queremos en una vida real. ¿Podría el metaverso ser una ayuda para empoderar a aquellas personas que se ven enclaustradas en la sociedad?
Muchos podrían pensar que el metaverso y sus diferentes identidades pueden hacer prisionero al individuo real. Quizá no. Quizá deba pasar por el metaverso para sentir la seguridad que tanto se necesita para romper los grilletes de nuestra historia pasada.
Gracias a la identidad digital una sola persona se convertirá en varias extensiones en el mundo online. Por tanto, ahora la persona tendrá una multiplicidad de credenciales verificables según los datos que vaya generando en cada uno de los metaversos y el perfil con el que se presente.
Cuando hablamos sobre nuestros datos accesibles a las empresas, cada vez que navegamos por internet aceptando las cookies de las diferentes webs, vamos dejando nuestra huella digital. A veces, incluso para pedir información o descargarnos el material que nos ofrecen, supuestamente de manera gratuita, debemos registrarnos ofreciendo nuestros datos. Datos sobre los que no podemos decidir qué parte no queremos compartir. Es de obligado cumplimiento rellenar todos los campos. Hasta aquí, podríamos estar de acuerdo o no. Pero cuando estos datos se materializan en valor económico, en manipulación para ofrecernos productos a medida, esta parte, quizás para muchos, no es tan lícita.
Gracias a la psicografía se pueden descubrir valores, actitudes, estilos de vida e intereses comunes por colectivos de perfiles similares. La clasificación de nuestros datos aporta beneficios millonarios a las empresas.
Una de las soluciones para evitar este juego sería que los clientes tuvieran una identidad digital autosoberana y fueran los propietarios de sus datos personales teniendo el control sobre cómo se comparten y utilizan. Este hecho complicaría las formaciones de clusters por clientes y por ende, la personalización de las campañas publicitarias que recibimos.
Nuevas estrategias deberán desarrollar las compañías con el avance de las nuevas tecnologías. La más disruptiva vendrá de la mano del metaverso y de como nuestros clientes vivirán en los distintos metaversos. Se vislumbra un numero inmenso de metaversos y en consecuencia un numero similar de identidades digitales para una misma persona. Con la identidad autosoberana nadie sabrá quien es la persona a menos que lo comunique.
¿Cómo conseguirán las empresas ser competitivas antes este cambio de paradigma? Como decía el filósofo Emerson: cuando patinamos sobre hielo quebradizo, nuestra seguridad depende de nuestra velocidad. Una celeridad imprescindible para que la empresa sea capaz de adaptarse a estas nuevas propuestas identitarias.
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